Si hay un elemento de seguridad importante en el automóvil, ese sin duda es el neumático. Este mantiene el vehículo en contacto con la carretera y, por ende, debe ser muy tenido en cuenta.
El neumático es un mundo en sí mismo y se podría hablar sobre ello casi indefinidamente. En este artículo vamos a intentar aclarar algunos conceptos básicos que, aunque parezcan de Perogrullo, conviene a veces recordar.
Se suele decir que es recomendable revisar el estado de las cubiertas una vez al mes y siempre en frío. Reconocer el momento en el que ha llegado el fin de su vida útil, salvaguarda tu seguridad y la del resto de usuarios de la vía.
Ahora que está tan de moda el tema del consumo energético, vale la pena recordar que el neumático es responsable del 20% del consumo total de carburante en un automóvil. Su correcta elección y conservación, redunda directamente en el ahorro del combustible.
La profundidad en las huellas del neumático debe ser de al menos 1,6 milímetros. Circulan en internet diversos trucos para medirla con una moneda. Lo recomendable es confiar este trabajo periódicamente en profesionales y que esa profundidad no baje nunca de 2 milímetros.
Estas huellas no solo avisan de la integridad del repuesto, sino que cumplen la función necesaria de evacuación de agua de la carretera. Lo que evita, entre otras cosas, el tan temido aquaplanning.
Son los fabricantes los que determinan la presión correcta para cada modelo. Los profesionales que velen por el mantenimiento de tu vehículo conocen y aplican esas indicaciones.
De lo contrario, a una presión excesiva se puede producir un desgaste prematuro del neumático por la parte central de la banda de rodadura y reducir su agarre a la vía. Una presión baja puede desgastar los laterales, recalentar el neumático e, igualmente, reducir su vida y adherencia.
La variedad de neumáticos en marcas y modelos que hay actualmente en el mercado es infinita. Cada uno está diseñado para un tipo de usuario y todos ellos, consecuentemente, tienen unas características determinadas. Por ejemplo, los modelos de neumáticos de invierno y todo-tiempo se han vuelto imprescindibles para lugares en los que hay bajas temperaturas o nieve.
Asegurarnos un asesoramiento experto en este sentido, resulta fundamental para reducir riesgos y optimizar recursos.
Se extendió la creencia de que los neumáticos tenían caducidad cuando no es así. Organismos oficiales y fabricantes alertaron que los neumáticos no tienen fecha de caducidad. Eso sí, sus propiedades se deterioran en el momento en el que se exponen a la carretera y a la climatología.