Es posible que conozcas el famoso mito de los accidentes con Renault 5 Turbo. De lo contrario, en esta entrada te lo contamos.
Este modelo de coche era compacto, ligero y con una exigencia al límite. Mucho más que un utilitario deportivo actual. Además no contaba con los adelantos modernos del ABS o ayudas electrónicas.
Su turbocompresor saltaba al reducir en una curva y superar las 3.500 rpm. Su famosa leyenda decía que al bajar la marcha, el coche salía disparado hacia delante. Y esta circunstancia podía provocar un accidente.
Los motores, tanto de gasolina como diésel, equipados con turbocompresor llevan décadas existiendo. Su funcionamiento es simple. Se propulsa el aire hasta la caracola del turbo, que lo comprime y lanza la fuerza generada al interior del motor.
El turbo, dicho así en términos generales, se puede denominar ‘sistema de admisión forzada’. El R5 Turbo que nos ocupa, montaba un turbo Garrett T3. Lo que prometía la máxima diversión por su potencia.
La idea de que el acelerador genera potencia es sencilla. Solo se inyecta combustible cuando se acelera el motor. Aunque se reduzca y suba la aguja del cuentarrevoluciones, si no se acelera no se sufrirá el riesgo de perder el control de la dirección del coche.
Cabe resaltar que la mayoría de los motores turbo de los 80 y 90 eran muy bruscos debido al lag -o retardo- que sufrían. Esto provocaba una entrada repentina de la presión.
Muchos conductores, como el famoso piloto Jean Ragnotti, describían la sensación del R5 Turbo como: “ausencia total de potencia, seguida de un brusco subidón que te pilla desprevenido”.
Como ya se ha explicado, el problema marcado por el turbo se daba cuando no se hacía un uso responsable del acelerador. Sobre todo en paso por curva, donde esa subida de potencia provocada por el turbo, podía conllevar la pérdida de control de la dirección con un subviraje o sobreviraje con fatales consecuencias.
Una vez desmontado el mito con el Renault 5 Turbo, hay que decir que los turbos no provocan accidentes, solo una conducción imprudente lo hace.
¡Precaución, amigo conductor!